Los Samadhi del Sábado – Por quien suenan las campanas (*)
Esta mañana, por última vez, Miguel «fue al fuego»(**) sin arma ni uniforme. Este uniforme, que se enorgullecía de llevar en Mazamari, Santa Lucía o Huancavelica, su uniforme de Sinchi, de Águila Negra, su uniforme como policía comprometido en la lucha contra el terrorismo que estaba destrozando su país.
Destacado hoy donde el Arcángel, cuyo nombre comparte, tendrá que enfrentarse a la misión más difícil de su vida, pedir cuentas al cielo en nombre de su país. Enfrentarse a la jerarquía, en nombre de los que vio morir en los pasillos del hospital del Rímac cuando él ya no podía respirar, en nombre de los funcionarios que exigían que su familia pagara la sangre que podría haberlo salvado, él que había visto derramarse tantas veces la sangre de sus compañeros de armas. La sangre que había estado dispuesto a dar y se le negó. La sangre que llevaban en su mirada tantas mujeres y niñas violadas, viudas huérfanas de una Patria sin memoria.
Si el Arcángel, acostumbrado a explorar los infiernos, no le diera respuestas, entonces tal vez vaya a buscar al Buddah Mahakala, el guerrero de los demonios que habitan en el alma humana: la ignorancia, orgullo, envidia, apego y rechazo.
En su compasión, tal vez pueda explicarle por qué, mientras el Perú está experimentando un período de crecimiento excepcional, los niños caminan kilómetros para captar la señal que les transmita la lección de un maestro sin escuela, ¿por qué sólo el 84% de los hogares tiene agua corriente y el 71% en las zonas rurales? ¿Por qué 12,8 médicos por cada 10.000 habitantes? ¿por qué la vivienda cuesta el doble del salario promedio, por qué la educación universitaria se ha convertido en bienes de lujo inaccesibles?
Entonces tal vez pueda contarle su sueño, el mundo que quería construir para sus hijos, un nuevo contrato social, nuevos acuerdos en la distribución de los recursos de salud, educación, comunicación, respeto por la naturaleza. Un mundo donde los habitantes del Perú podrían cantar que son verdaderamente libres.
Para que la muerte tenga sentido, esta construcción debe llegar al mundo, para que el sueño se haga realidad, a través de la palabra del que da vida.
(*) Para quien suenan las campanas – Título de la película de Sam Wood de la novela de Ernest Hemingway – 1940.
(**) Expresión militar utilizada para ir al frente de combate.
(***) Fuentes INEI y Minsa.