Los Samadhi del Sábado – La fungibilidad de los humanos
La revolución tecnológica de la información y la comunicación se ha disparado desde el comienzo de la pandemia, lo que obliga a un número creciente de seres humanos a reescribir las reglas del juego de sus vidas, su trabajo, sus relaciones sociales.
En una proporción que varía según los países, las culturas y el incremento del acceso a las herramientas digitales, asistimos a la desaparición de las barreras espaciales y temporales, la movilidad de la información y el conocimiento, el teletrabajo, en un mundo donde la extensión universal del Internet se ha convertido en un criterio de medición del índice de desarrollo.
En este mundo que ha dejado de ser el futuro para convertirse en nuestro entorno inmediato, nuestras vidas parecen tener que dejar lo real por lo virtual. En este embrujo global del mundo, el uso y las prácticas de lo digital facilitan un número prodigioso de trámites, gestiones, ahorro de desplazamientos, etc. en los aspectos administrativos y prácticos de nuestras vidas.
Sin embargo, en términos del ser social que somos genéticamente, entre la invasión digital, la soledad física y la privación de intercambios táctiles, cada uno está expuesto a una especie de disociación de sí mismo, una valoración ficticia de uno mismo para difundirse en las redes, a los ojos de aquellos que están lejos o se interesan poco o nada por nuestras verdaderas vivencias .
Los terminales digitales ciertamente eliminan las distancias, al tiempo que nos alejan de aquellos cercanos a nosotros a quienes a menudo ignoramos al encerrarnos en el flujo de datos e imágenes.
Vivimos bajo la mirada de aquellos que no vemos y que nos libran de la objeción, del diálogo que nos da la oportunidad de pensar las preguntas en función de las respuestas del otro, aquel que está presente para proponernos compartir otros criterios, otras visiones, y la capacidad de ser modificados por el intercambio: la fungibilidad de los seres humanos.