Los Samadhi del Sábado – Montaigne decía que
Montaigne decía que «las mujeres no se equivocan en absoluto cuando rechazan las reglas de vida que se introducen en el mundo, especialmente porque son los hombres los que las han hecho sin ellas».
La pandemia que está golpeando de frente al mundo nos desafía tanto más sobre las posibilidades de reconocimiento mutuo entre hombres y mujeres cuanto estamos en vísperas del Día de la Madre en la mayoría de los países.
Esta fecha es el día del año elegido para negar la dimensión de envidia, de denigración, desprecio y también de la idealización de la mujer que habita en nuestras sociedades.
Las teorías psicoanalíticas actualmente coinciden para situar la conciencia de la diferencia de género en el segundo año de vida.
La separación social entre las esferas pública y privada, los objetivos despersonalizados, incomprensibles, formales, legales y abstractos consolidan las diferencias que el niño, convertido en adulto, ve en las sociedades que el hombre ha creado y dominado.
Es esta cultura despersonalizada de desencanto en la que los valores fundamentales ya no son compartidos por toda la comunidad, que el confinamiento nos permite desafiar y relanzar en otros parámetros.
La dominación ya no se basa, en la actualidad, en una autoridad personal y patriarcal, sino en un sistema aparentemente asexual de administración burocrática de la vida, y habíamos creído que el bienestar y la utilidad económica nos llevaban, todos los géneros juntos, hacia la felicidad.
Este diagnóstico no interpretó realmente la erosión de los valores tradicionalmente atribuidos a lo femenino, ni la evidencia que la autosuficiencia que gobernaba el mundo masculino destruyó la naturaleza y saqueó el medio ambiente sometiendo toda nuestra humanidad al consumo de los bienes materiales que producía.
En un sistema social que produce 17.182 violaciones en un año (incluyendo 3 de cada 4 niñas menores de edad) 51% en la capital y 60% dentro del hogar familiar, es hora de entender que el equilibrio y la complementariedad entre hombres y mujeres no dependen de los ingresos anuales o la producción, sino de la salud emocional y mental. , la educación y el respeto por los demás.
No, Mamá no necesita flores, pollo asado o una batidora para sentirse amada o amar.
Para dar sentido a la propia vida, el ser humano, cualesquiera que sean sus elecciones sexuales, acaso no requiere, sobre todo, haber sido deseado, nutrido, mecido, protegido, mirado, admirado y alentado a la reflexión, observación, autocrítica?
Pero el niño que nunca se sintió amado, el niño abusado, golpeado ¿cómo podría crear la representación de una felicidad que nunca tuvo? ¿cómo podría amar a su vez y dar lo que no recibió?