Los Samadhi del Sábado – Lo que habla sólo concierne la soledad (*)
A lo largo de la historia, la humanidad se ha cuestionado en torno a estas dos fuerzas que articulan nuestras vidas: el amor y la muerte.
Muchos pensadores han propuesto soluciones que ayudaron a dar forma a nuestra concepción del mundo, nuestra relación con los demás y con el entorno, pero, sobre todo, con nuestra percepción de la relación entre nuestra conciencia y lo que queremos crear.
En un futuro muy próximo, estas cuestiones van a concernir a todos, ya que la precariedad, como todo el mundo sabe, afectará universalmente al ser humano. Esta precariedad no debe concebirse únicamente desde el punto de vista económico. Estamos en el tiempo del Otro que no existe, un momento en el que, sin embargo, la soledad misma se vuelve problemática.
Estar socialmente aislado es a menudo una señal de que no se ha construido cierta soledad, porque algunos sujetos viven absolutamente solos, pero no están aislados y otros viven en una aparente adaptación a un grupo, tienen amigos, colegas, pero están absolutamente aislados, en el sentido que no tienen ninguna relación real, vínculo serio, porque su miedo a la ruptura les impide crear fuertes lazos con alguien.
Desde hace mucho tiempo el psicoanálisis reconoce que estar solo se aprende: uno aprende a estar solo y aprende a soportar el sentimiento de soledad y a explorarlo.
Antes del confinamiento, las relaciones laborales nos brindaban la falsa compañía que impedía el encuentro con la soledad en el verdadero sentido de la palabra, es decir, lo que puede ser uno mismo cuando no está ocupado en la ilusión de una ocupación.
Esta pandemia pone de relieve el desierto de significado donde la humanidad vagaba, los silencios que hablan cuando el mundo se desvanece, cuando desaparece la locura de nuestros destinos en piloto automático.