Los Samadhi del Sábado – EL MEKTOUB
Una fábula árabe cuenta cómo un comerciante en el camino a Bagdad cruzó la peste y le preguntó: Plaga, ¿a dónde vas?
Voy a Bagdad a matar a 500 personas, dijo la peste.
Unos días más tarde, a la salida de la ciudad, encontrándola nuevamente el comerciante se exclamó: «Plaga, ¿por qué me mentiste, me dijiste que tenías que matar a 500 personas y mataste a 5000».
De hecho, respondió la Peste, maté a 500 pero los otros murieron de miedo.
Frente a la difusión de Covid-19, es interesante analizar los comentarios que suscitan en las redes las reacciones de la población, dependiendo de su historia y cultura.
Algunos periodistas critican mordazmente a aquellos que se han apresurado a abastecerse de las necesidades básicas.
Si bien es sorprendente ver la resignación silenciosa con la que los pueblos andinos han aceptado, durante décadas, la muerte de un niño por falta de cuidados, la avalancha que destruye las casas, el autobús que el conductor dormido vuelca al precipicio, el fuego que enciende un barrio sin agua, este reflejo inusual de la prevención sugiere más bien que, en las zonas urbanas, la población busca tomar su destino en sus propias manos, sin esperar a las respuestas tardías o inexistentes de Las autoridades.
Por otro lado, al inversa de las personas que aceptan con sumisión las pruebas e injusticias bajo el pretexto de que el «Mektoub», es decir el destino está escrito y es inmutable, las personas , cuyo hipocampo trabaja con normalidad, adquieren una memoria episódica que les permite actuar de forma preventiva en función de la información registrada a partir de su experiencia.
La mejor evidencia de la memoria transgeneracional es el hábito de las personas sometidas a muchos episodios de guerra y hambruna que se manifiesta entre sus descendientes que, incluso en tiempos de paz, siguen acumulando provisiones y víveres.
Entre el vacío, la falta de prevención, la escasa previsión del Estado y las instituciones, la sabiduría popular no estará buscando sentido en esta plaga que llega a toda la humanidad para recordarnos la fragilidad de nuestras certezas, la vulnerabilidad de nuestras relaciones, nuestros espacios, la relatividad de nuestros objetivos de vida?
La naturaleza, que no le teme a nada, nos plantea un desafío, nos inmoviliza paralizando nuestras acciones, nuestros movimientos, llevando a los hijos de vuelta a casa con sus padres, vaciando nuestras ciudades y nuestros aviones del hormigueo donde buscábamos encontrar la alegría de vivir.
El tiempo, este inasible oro que escapaba entre nuestros dedos, de repente vuelve para plantearnos y también ofrecernos respuestas a las preguntas que evitábamos hacernos. .
Marie-France Cathelat
14 de marzo de 2020