Los Samadhi del Sábado – «MÁS DE LO MISMO»
Volviendo sobre las reflexiones que surgieron durante el Coloquio “ La Estupidez humana”, siento la necesidad de compartir si no optimismo, diría al menos como la princesa Turandot ( *) “en la oscura noche vuela un fantasma iridiscente que despliega sus alas sobre la negra e infinita humanidad”: La esperanza, pues de ella se trata, que me lleva a creer, más allá de las discrepancias y disquisiciones jurídicas, que la etapa que atraviesa el Perú sea bastante mejor de lo que pueden pensar muchos.
Para quienes tuvimos el triste privilegio de vivir en el Perú varios procesos durante los cuales la democracia y todos los elementos e instancias que sostienen una sociedad libre fueron aplastados por los tanques, sabemos diferenciar la paja del trigo. Sabemos también que en medio del mar negro de dictaduras que arrasó América Latina en el pasado, las que ocurrieron en el Perú no fueron tan cruentas ni tan sanguinarias como ocurrió en países cercanos. Como si, frente al atropello, existiera un resorte de fabricación nacional para repeler los ataques demasiado violentos y buscar salidas que salvaguarden el rumbo de la nave en plena tempestad. Pareciera ser el nódulo que, en el ADN peruano otorga la increíble capacidad de contemplación y de resiliencia, el aceite y el agua frente a la adversidad. Una suerte de soberbia sagaz vestida de humor que se conoce heredera de un Imperio.
Pero el Perú no es una isla, el mundo entero está quebrando sistemas, acuerdos, en una suerte de búsqueda universal que se expresa en cada país según la idiosincrasia propia.
En Francia los “chalecos amarillos” expresan el clamor de 40 años de reivindicaciones de todo tipo, en Inglaterra el rechazo al Brexit hace temblar la corona, los Estados de Trump no parece ya muy unidos y Europa, Hong Kong, Asia y el Medio Oriente siguen en guerra. Por motivos diferentes y con estilos y expresiones diversas, pero la pregunta central parece ser : si todos los pueblos del planeta, si las masas de jóvenes, ancianos, mujeres con y sin velo, provenientes de regímenes totalitarios o casi perfectas democracias con seguridad social y educación primaria , secundaria y universitaria gratuitas, buenas viviendas, transportes, guarderías, carreteras sin baches arriesgan sus vidas para manifestar el deseo de cambio, ¿qué es lo que quieren cambiar, puesto que sus vivencias y realidades son tan diferentes ?
Me atrevería a pensar que el ejemplo peruano nos lleva a suponer que se trata de un cuestionamiento de una humanidad que ve acelerarse a un ritmo intimidante su evolución. Los valores de la generación que nos precede no funcionan en el mundo de hoy en su mayoría, la corrupción es una gangrena que paraliza el planeta y la falta de consciencia ecológica hace temer el fin de la vida tal como la conocemos en la actualidad.
El grito de esta generación es el de una nueva especie humana que sabe que va a tener que inventar otros sistemas de gerencia, otras jerarquías, que la democracia no puede ser cuestión de votar cada 5 años por la cara más sonriente o el verbo más convincente.
La democracia va a ser la forma cómo se rigen nuestras relaciones, las tomas de decisiones al seno de los grupos humanos, una forma nueva de compartir responsabilidades, una suerte de espiritualidad laica en la que el ser humano se ubique como autor y artífice de nuevas formas de vida social.
Jean-Jacques Rousseau lo predecía cuando expresaba su ideal republicano como “ la relación contractual para todo gobierno legítimo de tal suerte que se articulen los principios de justicia y utilidad, a fin de conciliar la aspiración a la felicidad con el sometimiento al interés general “ (**)
Los seres de esta eran piden nuevas reglas de propiedad y uso de los espacios, las tierras, los recursos, algo así como un nuevo código de circulación para vehículos pesados y transporte público, donde todos sientan que llegan más rápido a un mejor y más elevado destino.
“Turandot » Ópera de Giaccomo Puccini estrenada en 1926
(**) resumen du « Contrat social ou principes du droit politique » (1762
Marie-France Cathelat 19 de Octubre