Los Samadhi del Sábado – «LOS PARÁSITOS DE LA MENTE»
Me gustan algunas de las creencias animistas y las tradiciones orientales y andinas que nos proponen sentir y reconocer el “espíritu en los elementos y las cosas”.
Sé que atreverse a pensarlo ameritó, durante siglos, tortura y muerte en la hoguera para millones de seres, especialmente mujeres de Occidente y América, y hasta hoy, implica condena a morir apedreada en el mundo musulmán.
Errar es humano. Herrar también, o sea marcar el ganado con una sola marca candente de hierro en la carne. Imponer la exclusiva autoría de una sola forma de concebir lo desconocido, orquestar la vida social, las reglas de juego y la matanza de las moscas.
Me dirán que el sistema feudal, el Patriarcado, el Capitalismo o Freud son culpables del rechazo de los sistemas políticos no tan sólo a la igualdad de géneros, sino también a la Igualdad Republicana o al simple reconocimiento de unos grupos sociales por otros, cualquiera sea su sexo, su color, su idioma o sus deseos y costumbres.
Siento que es falso. Siento y digo que, a través de mitos creados astutamente por los más fuertes del clan, venimos repitiendo estructuras donde el MIEDO es el verdadero amo de nuestras conductas cualquiera sea nuestro régimen de convivencia. Es un parásito que ocupa nuestra mente, nuestras relaciones de trabajo, nuestro enfoque del presente y el futuro. Es una suerte de entidad maligna que camina por las mismas veredas donde corremos, por los espacios donde compartimos decisiones, por las noches que llevan nuestros sueños y amores. “Es un monstruo grande que pisa fuerte,” como decía Mercedes Souza.
Son seres omnívoros que se nutren de nuestros pensamientos, nos destruyen, ocupan nuestras mentes y paralizan nuestras decisiones. Nuestro estado natural es ser creativos, libres, felices.
Los parásitos mentales crean sistemas de percepción que trastornan la visión clara de nuestras metas para sembrar veneno en nuestro enfoque de los hechos y domesticarnos a través del miedo a las consecuencias que nosotros creamos luego, al trastornar nuestros sueños en realidades negativas.
En la medida en que somos cuerpos vivos en constante evolución, estamos sujetos a que el veneno de la envidia, la maldad, la mezquindad de otros se conviertan en parásitos que nos atacan e intenten vencernos, al igual que si estamos en plena Amazonia, nos puede morder una serpiente o devorar una piraña. Claro está que es responsabilidad de cada uno decidir si opta por ver al animal que le ataca como un asunto personal o si es el “parásito” que, en su mente, le insufla el miedo a ser destruido.
En el plan eterno del Universo, cada vida nuestra es una ínfima partícula. Cuando logramos alejar nuestro enfoque de las creencias que los parásitos crean sin cesar para vivir de nuestra propia energía, dejamos de sentir sus ataques como heridas personales, y volvemos a ser libres.