Los Samadhi del Sábado – «SOLTAR».
Una de las experiencias más difíciles que el camino de la vida nos depara es probablemente aprender a soltar, aprender a dejar ir, a alejarse de aquellos que no están listos para estar cerca de nosotros sin hacernos daño.
Dejar de tratar de convencer a los que no quieren cambiar, dejar de salir con aquellos a quienes nuestra presencia es indiferente, dejar de dar nuestro tiempo, energía y amor a los que no les importa, dejar de compadecer al que nos eligen como salvavidas , renunciar a la idea de complacer a todos, reconocer que cada paso de nuestra vida nos sitúa en el centro de un círculo de personas y situaciones que corresponden a nuestro nivel de conciencia, es también eliminar del círculo a los que viven a expensas de nuestra atención, nuestro afecto, nuestros recursos intelectuales, materiales y emocionales.
El amor que no comienza por reconocerse a sí mismo no tiene crédito universal, por lo que no es falta de altruismo o compasión el distanciarse de aquellos que no saben o no están dispuestos a pagar una dosis equivalente de respeto, armonía, deseo de seguir adelante.
Cada uno de los seres humanos que encontramos es una oportunidad, una opción de aprendizaje, una experiencia, pero nos corresponde saber identificar a aquellos con quienes podemos seguir en el camino. Cuanto más tratamos de convencernos de que esta persona es única, tal otra indispensable, y que este éxito, este diploma o este objeto es esencial para nuestro éxito, más nos alejamos de la paz que es la única capaz de traernos felicidad.
Es difícil voltear la página, difícil no responder a todos los mensajes, difícil dejar sonar el teléfono móvil o no responder a las agresiones, chismes y crueldad del amigo o amante que resulta ser tan diferente de la imagen que hemos construido en nuestra necesidad de ser reconocidos, protegidos, amados.
Es duro admitir que no podemos compartir nuestros sueños con todos, salvar el mundo entero o ir en ayuda de todos los náufragos de la vida. Es desgarrador no ser capaz de evitar que su hijo tropiece, se lastime o sufra, es difícil ver que somos sólo una partícula de energía que irradia a través de una serie de células reunidas en lo que llamamos nuestro cuerpo y que esta energía sólo puede crecer cuando entra en contacto con seres cuya frecuencia es equivalente o superior y que comparten el mismo deseo de ir más allá.
Es dejando de lado todo lo que no se adapta a nuestro equilibrio y a nuestra alegría interior que la abundancia universal puede traernos los amores, amigos, auténticos, armoniosos, y las vivencias sinceras que tenemos derecho a esperar y vivir.