Los Samadhi del Sabado – NM = PNP
Todo ser humano aprende el sufrimiento en un momento u otro de su vida, pero en esta experiencia de dolor físico, cuando es natural o accidental, no hay entonces un proceso voluntario de deshumanización o la voluntad de destruir nuestra personalidad.
A cambio, el niño abusado por sus padres es un sobreviviente amputado de una parte de su condición humana, humillado, en la imagen de sí mismo desgarrada con la que tendrá que representarse a sí mismo y decirse a los demás. Al ser devaluado, intimidado, lleno de culpa, el niño se construye en una relación de verdugo-víctima muy similar al síndrome de Estocolmo.
Su organización psíquica se basa en comportamientos sumisos, sin autoestima, o con una valoración fluctuante sujeta a sus éxitos personales que ignora, desestima sus deseos, sus necesidades, colecciona derrotas afectivas, y tiene una gran dificultad para proyectarse en el futuro, dar sentido a su vida.
Al fuerza de aprender el placer de su verdugo cuando lo desprecia, se ensaña y lo maltrata físicamente o psicológicamente, adquiere el temor de ser o convertirse más tarde en un pervertido narcisista.
De estas experiencias, el sufrimiento invade el mundo íntimo del niño cuya soledad destruye los factores esenciales de la resiliencia, sobre todo si la otra figura parental no interviene para impedir el maltrato, es ausente o es maltratada por igual y en silencio.
Las condiciones de este sufrimiento introducen varios mecanismos de reacción: la representación de si desvalorizada, la culpabilidad de haber cedido al torturador o buscado complacerle, la rumiación permanente que enciende las percepciones del sufrimiento, o la rebelión con su dosis de coraje que facilita el odio. La intensidad del sufrimiento y la dificultad de alejarse de ella se convierten más tarde en el termómetro, la medida indeleble del crimen del otro.
El perdón nunca viene de aquel que nos ataca. Esperar, pretender o creer, fingiendo que el agresor que nos está apuñalando en la esquina de una calle se convierta en quien llama a los Bomberos para socorrernos, no tiene sentido .
Cualquiera que sea el desgarro o el impacto que lo causó, es un colapso narcisista que requiere un retiro que se alivia con el tiempo y un espacio entre el PM y el niño que tendrá que buscar acompañamiento para evitar el aislamiento relacional y emocional, la negación o la vergüenza que son tan a menudo los determinantes de la reproducción de la violencia.
Pero a pesar de los mandatos de la transmisión genética, un niño abusado no tiene ninguna razón ineludible para convertirse en una persona adulta abusiva. Puede optar por renunciar al placer de maltratar porque conoce la seriedad y las consecuencias del mal que inflige. De la misma manera, y esta elección es compleja y difícil, el niño abusado puede un día renunciar a culparse o culpar al otro entendiendo que es el perdón que se concede a sí mismo por haber desempeñado el papel de víctima lo que realmente necesita para curar sus heridas y deshacerse de ellas.
NM: Niño Maltratado = PNP: Padre Narcisista Pervertido